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viernes, 28 de mayo de 2010

El Dado existe y Luke es su profeta


El hombre de los dados, de Luke Rhinehart.
Buenos Aires: Destino, 2003.
Trad. Manuel Manzano.




INGRESO

«Una tirada de dados jamás abolirá el azar.»

STÉPHANE MALLARMÉ


En una carta fechada el 4 de diciembre de 1926, dirigiéndose a su colega Max Born, Albert Einstein escribió: “La mecánica cuántica es algo muy serio. Pero una voz interior me dice que de todos modos no es ése el camino. La teoría dice mucho, pero en realidad no nos acerca gran cosa al antiguo secreto. En todo caso estoy convencido de que Él no juega a los dados”. (Cuenta la leyenda que el físico danés Nielsh Bohr retrucaría: “¿Quién eres, Einstein, para decirle a Dios lo que tiene que hacer?”). El autor de la Teoría de la Relatividad nunca aceptaría que el universo estuviese gobernado por el azar, tal y como postulaba la Teoría Cuántica, ni que el mundo se haya originado por un fortuito big bang. Años más tarde, a favor de la mecánica cuántica, el renombrado cosmólogo Stephen Hawking escribió en un artículo divulgado por la revista Nature (año 1975): “Dios no sólo juega a los dados; a veces los tira donde no se pueden ver”.

¿A qué nos conduce este contrapunto aleatorio? A una novela, donde quien juega a los dados es un Hombre Nuevo. Se trata de El Hombre de los Dados, de Luke Rhinehart, publicada por primera vez en los Estados Unidos en el año 1971.


INTERIOR

Antesala

En principio, un golpe de efecto interesante es la coincidencia, a la manera de las novelas picarescas renacentistas, del nombre del autor con el del personaje protagonista, el ropaje autobiográfico del relato, si bien el lector inquieto habrá de descubrir tarde o temprano que tal coincidencia es ficticia, pues el nombre real del autor de la novela es George Cockcroft (quien comparte con su alter ego la misma profesión: ambos son psiquiatras, lo cual, de alguna manera, disminuye sutilmente el espesor de la distancia entre realidad y ficción).

El “Prefacio” es una advertencia que prescinde de toda modestia retórica: “Un caos brillante: eso es lo que será mi autobiografía. Observaré un orden cronológico, lo que hoy en día no deja de ser una osada novedad. Pero mi estilo será aleatorio, según la sabiduría de los Dados. Me enfadaré y me alegraré, me felicitaré y me despreciaré. Cambiaré de primera persona a tercera. Usaré el método del narrador omnisciente, una manera de narrar generalmente reservada para el Otro. (...) Cuento la historia de mi vida (...) para demostrar al mundo que soy alguien extraordinario”.

En las primeras escenas hallamos a un psiquiatra que busca en la filosofía zen un aliciente para la monotonía de su vida familiar y para su frustrada actividad profesional salpimentada con la competencia que mantiene secretamente con su colega Jacob Ecstein. Este estado de cosas no varía hasta que en el capítulo ocho sobreviene el golpe de timón que cambiará para siempre el rumbo de la vida del personaje, en una jornada que pasaría a la historia como “el día D”.

Sala de juegos

Luego de una cena de camaradería en su casa, Rhinehart, como si nada fuera, deja que el dado decida si violará o no a Arlene, la atractiva mujer de Ecstein. Alea jacta est: “Vi, mirándome fijamente, un ojo ciclópeo: un uno”; lo cual significaba: violación. Una vez consumado el hecho –con un poco de colaboración por parte de la alegre víctima–, Rhinehart se embarca de lleno en la experimentación con el Dado, primero dejando diariamente que éste decida lo que habrá de hacer (si irá o no al teatro con su mujer, si jugará o no con sus hijos, etc.) y luego, dejando que decida qué actitud tomará ante sus pacientes, y hasta quién será por un día o unas horas (“No mi voluntad, Dado, mas hágase la Tuya”). Entusiasmado, Rhinehart se propone divulgar su descubrimiento, primero entre sus pacientes, luego dentro de su entorno íntimo, y finalmente al mundo entero.

En el capítulo cuarenta, nos brinda una síntesis de su teoría: “El Hombre de los Dados (...) es un experimento sobre el cambio de personalidad, sobre la destrucción de la personalidad (...). Para destruir una única personalidad dominante, hay que ser capaz de desarrollar muchas personalidades; hay que convertirse en alguien múltiple (...). El Hombre de los Dados (...) es una criatura cuyas acciones decide, diariamente, el lanzamiento de los dados, que escogen entre varias opciones creadas por el hombre”. Cuatro capítulos más adelante, hay una interesante aclaración sobre la relación entre los dados y la esquizofrenia: “La personalidad del esquizofrénico se escinde y se multiplica contra su voluntad; él ansía la unidad. Yo he creado conscientemente la esquizofrenia”. Así de claro, contundente y razonable es el fundamento de la revolución propuesta por Rhinehart. “Los hombres llevan demasiado tiempo admirando a Prometeo y a Marte –afirma en el capítulo diecisiete– nuestro dios debe ser Proteo”.

El Libro del Dado

El Libro del Dado es el evangelio de esta nueva fe, para la que “el Dado es Dios”. De este “libro sagrado” se citan, en el decurso de la novela, salmos, relatos y sentencias que parodian el discurso bíblico (“El Dado es mi pastor, nada me falta...” –capítulo cuarenta y siete–), así como también el discurso literario (“Una vez, el doctor Rhinehart soñó que era un moscardón (...) de repente, sintió que se había despertado (...) pero no sabía si era el doctor Rhinehart quien había soñado que estaba interpretando el papel de un moscardón o un moscardón quien había soñado que era el doctor Rhinehart” –capítulo treinta y nueve–; hipertexto del célebre sueño de Chuang-Tzu). Por si esto fuera poco, sumándose a esta polifonía aparecen intercalados artículos periodísticos, y cartas tanto de iniciados como de enconados detractores de “la religión del Dado”.

La cuestión es que Rhinehart va perdiendo todo a cambio de su tan anhelado Hombre Aleatorio y de su plan evangelizador, que alcanza su clímax con la fundación del CEETA: Centro para la Experimentación en Entornos Totalmente Aleatorios. En el ínterin, dejó embarazada a Arlene, que dio a luz a la primera “hija del Azar”; fue enjuiciado por la APNY (Asociación Psiquiátrica de Nueva York); abandonó a su esposa y a sus hijos; fue cómplice de la fuga de treinta y cuatro internos de un hospital psiquiátrico; fue humillado públicamente en un programa televisivo; fue vagabundo, mujer, violador, cura e incluso asesino.

The End

En el desenlace, Rhinehart termina acorralado por el FBI: o delata la ubicación de Eric Cannon –el ex paciente que ideó la fuga de los internos del psiquiátrico–, o pasará doscientos treinta y siete años en prisión por todos los delitos que cometió a lo largo de su carrera. El Hombre de los Dados se ve forzado, entonces, a optar entre huir o decir la verdad, sin previa consulta a su Dios de seis caras. En este punto, quien buscara la libertad absoluta desintegrando su personalidad, teme ser privado de la misma encerrado en una cárcel. (A fin de cuentas, Eric termina teniendo algo de razón, cuando en el capítulo treinta y cuatro le espeta al doctor Rhinehart: “Idiota. Este mundo es un manicomio con asesinos sueltos, torturadores, sádicos depravados al frente de las iglesias, de las empresas, de los países. Podría ser diferente, podría ser mejor, y usted se queda ahí sentado sobre su montaña de grasa y lanza un dado”).

El “Epílogo” merece ser transcripto íntegramente:


“Un día, cuando a Luke lo perseguían dos agentes del FBI con armas calibre 45, llegó a un despeñadero y saltó, se agarró a una vid salvaje que estaba a unos veinte metros por debajo y se quedó ahí colgado. Al mirar hacia abajo vio, a otros veinte metros, a seis policías con ametralladoras, gases, botes de humo y dos tanquetas. Por encima de él había dos ratones, uno blanco y uno negro, que habían empezado a roer la vid de la que colgaba. De repente, ante sí, vio un racimo de fresas maduras y suculentas.
–¡Ah! –se dijo–. Una nueva opción.

De El Libro del Dado


El personaje termina aferrándose a lo más endeble: una vid salvaje, símbolo (tal vez) de su yo residual. La aparición de ese par claroscuro de ratones, como de ese racimo de fresas maduras, le conceden al relato un estilo rayano en la parábola, reforzado por su inclusión en El Libro del Dado. Todo parecería indicar que se trata de un final abierto, pero no hay tal. La novela que terminamos de leer está firmada por Rhinehart; ergo, Rhinehart tuvo que salir sano y salvo de este trance policíaco.


SALIDA

El libro fue todo un éxito, y como tantas otras obras controvertidas, es considerada hoy una “novela de culto”. Su escandaloso desborde de ingenio, humor y extravagancia tuvo como secuelas The Adventures of Whim (1986, reeditada como Whim en el año 2002); The Search for the Dice Man (1993), que tiene de protagonista a Larry Rhinehart (hijo de Luke) 20 años después de los sucesos de El hombre de los dados; The Book of the Die, del año 2000, es la materialización del mítico Libro del Dado, biblia de la religión de seis caras; y Naked Before the World. A Lovely Pornographic Love Story, del año 2008, mencionada al pasar en el capítulo uno de El Hombre de los Dados y anunciada como “una novela pornográfica adorable y de primera clase”.


LUKE RHINEHART / GEORGE COCKCROFT
(USA, 1932)

Sitio web oficial: www.lukerhinehart.net

[Foto tomada de aquí]


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OBRAS CITADAS

EINSTEIN, Albert-BORN, Max y Hedwig: Correspondencia (1916-1955). México: Siglo XXI, 1973.

MACKAY, Alan L.: Diccionario de citas científicas. La cosecha de una mirada serena. Madrid: Ediciones de La Torre/Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1992.

viernes, 21 de mayo de 2010

MARINA SERRANO, Feliz cumpleaños Gabriela Sabatini




I FESTIVAL NACIONAL POESÍA EN EL CENTRO. 23 al 30 de setiembre de 2009.
Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543, Ciudad de Buenos Aires).
Mesa de lectura: Eduardo Ainbinder, Karina Macció, Vicente Muleiro,
Fernando Noy, Marina Serrano (Quequén) y Enrique Solinas.
Coordina: Susana Cella.


[Extracto de este video]



Anoche soñé
que Gabriela Sabatini golpeaba a una chica
en un vestuario.
Miento, no la golpeaba
era un “como si”
sostener el cuerpo contra la pared,
tirar piñas a lo loco
y oír el ruido seco de su mano izquierda
rompiendo la cerámica
produjeran todo el espanto de lo real
que, en efecto, producían.

Con la víctima colgando del brazo y cara de obviedad
(porque para ella era más que obvio) dijo:
Sabés cómo es el tema en los vestuarios.
Y claro, cómo iba a saber
que vengo de un pueblo con veinte casas,
dos calles de asfalto
y una cancha de futbol sin baños,
igual,
no es tan difícil comprender:
Había sido golpeada y quería desquitarse.

Ahora, que estoy despierta
o algo más lúcida -porque es cuestión de tiempo
deshacerse de la prolongada nausea visual-
me pregunto:
¿Comprendo a Gabriela Sabatini?

No, mentiría si dijera que alguna vez la vi
jugar un partido completo,
no la conozco,

que solía sentir que nos parecíamos
que tenía la misma facilidad que yo
para perder, sí
por momentos sentí que nos parecíamos,
aunque fuera la exitosa y yo nada
o bueno, en realidad, pudo habernos unido
ese no querer más
o algún darse
por vencida.

Dicen
que es una de las mujeres más lindas del mundo
no sé, no la conozco
pero mi amiga, que la vio en el shopping,
cree que tiene una piel increíble
y no por eso dejamos de compartir algo:
un cuarto propio, Virginia Woolf, quizá
seguro, no tenemos la misma belleza
pero por momentos
de vez en cuando, siento que nos parecemos
en eso de parecer distintas
y en la torpeza.

Mi abuelo me decía: jugá al tenis, nena.
Y yo dale que no, que en lo mío iba a ser número uno,
pero cuánta razón tuvo:
una cosa es el tenis, y otra muy distinta
es no ser
nunca jamás de los jamases, Gabriela Sabatini.

Cómo no sentir
que nos conocemos -mejor dicho
que la conozco- desde siempre
si hasta podríamos haber vivido
en el mismo lugar, en el mismo momento
pero a una de las dos le tocó ser la hija del sodero
y no fue a ella, y eso no quita que sienta
que en esa incapacidad de ser feliz
nos parecemos, me pregunto
(y eso es una constante):

por qué se levanta cada mañana Gabriela Sabatini
qué se dice al espejo, qué espera del día, de los años
qué siente cuando la tratan como a una modelo,
empresaria, muerta, muerto
ese algo grande,
que pasó, y fue grande, grandioso
pero pasó
¿pensará en el amor? ¿Tendrá un amor?
Porque si lo tiene, entonces sí:
¿qué pensará cada mañana Gabriela Sabatini?

Digo, siento
que nos parecemos, y es una locura
pensar que hay algo de ella en mí,
ella la tan linda mujer de talento con dientes blancos,
dulzura, carisma, éxito, secretaria,
bueno, puedo tener secretaria pero
me rompería bastante las pelotas
que se metan en mi vida
y no puedo evitar
este largo ponerme triste cuando pienso en ella
porque por alguna razón, aunque sea una razón encarnada,
creo que nos parecemos
y yo soy tan visceralmente triste,
sola
metida para adentro

fue justo anoche,
soñé que Gabriela Sabatini me regalaba unas pastillas Halls,
y al despertar era su cumpleaños,
podría no ser
otoño y que hubiera una desconocida
hablando por un juguete
hecho de latas e hilo choricero,
podría no ser

pero gracias a Dios y a todos los santos,
entreverados hasta el tuétano,
Gabriela Sabatini nace otra vez.

[Texto tomado de aquí]

jueves, 6 de mayo de 2010

NÉSTOR PERLONGHER, Poemas inéditos en libro



NÉSTOR PERLONGHER
(Avellaneda, Argentina, 1949 - San pablo, Brasil, 1992)
[Foto tomada de aquí]

TUYÚ

La historia, es un lenguaje?
Tiene que ver este lenguaje con el lenguaje de la historia
o con la historia del lenguaje /
en donde balbuceó /
tiene que ver con este verso?
lenguas vivas lamiendo lenguas muertas
lenguas menguadas como medias
lenguas, luengas, fungosas:
este lenguaje de la historia / cuál historia?
si no se tiene por historia la larga historia de la lengua

Cuentan
en un fogón:

Ña-Rudecinda
no roció el apero el ánima?
no se hizo jabón el chajá?

(Gauchos fundidos, con sus lenguas de vaca, con sus trancas
con sus coyundas y sus rastras
Gaucho fundido: él clava sus espuelas en el dorso - fundido -
de la lengua, como atrapado en una vizcachera)

A unos kilómetros de San Clemente, en el Tuyú
está la tumba de Santos Vega, adonde acuden las toninas
y los surfistas en sus jabas, sobre las alas de cristal.
Roto cristal, tercas toninas de la historia: van
donde los arponeros con sus garfios: van
donde los zafarranchos cachan: donde fundido el gaucho
saca el facón y se disgracia:
era la historia, esa disgracia!
disgracia de yacer en el Tuyú, de un yacer general.
Los caníbales en ese cristal las rudas olas asaetan;
y tú, en esa pereza de la yertez, no jalas?
Jalas de crestas cristalinas y empenachadas?


CÁNTIGAS

cantigas cántigas
provócome como mujer, como hombre
provo co m e
provócome:
vómitos, voluptuosidades
de la vuelta, vultos:
vulvar tubula
cántigas cantigas
en triclinio.
recorro las adyacencias del imperio
renunciando a esa sonoridad de los gobiernos,
a ese lujo de los gabinetes:
cántiga en la oración contigua
en el continuo deambular:
cazado
provócome ciertas cantigas, ciertas fintas:
canta conmigo:
como mujer como hombre
mujer de todas las
marido de todos los
mujer / marido:
cántiga / cantiga:
tanto el cántaro va
y al fin se viene:
algo no anda en este cántaro
este cantar en este flanco
descangallado clanco: esta engañifa
A qué pifiar la entonación del canto:
a marido mujer, mujer marido
provócome
tan tanto tan a cuento: tam tam
los tamboriles en las muecas danzan
desmuñecados desarmados:
algo no canta en este canto
chilla como ballesta en el silbido chilla
como mujer, como hombre
en las cantigas cántigas
provócome:
como en mujer en hombre


Rúe, porque unas vestes aún ampáranla. Cosida, ya que bretel el cancro, lustre el fimo. Sinuosidad de la cerveza, el quicio rebanaba corrales, apios torcidos en el camandulear, contestados condones. Y donceles, y cordones brotados. ¿Coordinar para el torvo la nalguicie, vallejo urdir la fístula luz -bélica, y por candir fosforecer el hurto, las "entrañas" asgadas- palafrenero del esfínter en el borbote carmesí? El agudo, si aguado, levitaba al pendor la córnea blanda, íntima. Fosforescencia y glauca. El vegetal, cogido por el níspero, cruza delfines con venablos. Le daba al africado, pirulera, el cerúleo candor, maromas de aduanera, en el dejar pasar de la congonha por la estría porosa. Le preguntaban si había venido de hidroavión para medir el peso de sus glúteos, el fibroma de cincuenta libras bajo los cambaceres del tulcito, leonel mirón de pie en la leonera o liorna de los monos semidesnudos, depilados, la cera negra de Treblinka en el tremor timbrado de la flema. La gema, chal de felpa, yeminal, al conjuro de las malaquitas traicionaba la dureza, ya glacial, del derrame, en el refistolería de morados y milhos verdes, pirateados por el malandro en la boca del subte semienterrado, semicorredizo por los ojos de buey de los cinturones y los bagres pintados en la costa con calcomanías de carey. Repujados, altivos. Contorsionistas del desfile, al paseo de los caimanes en la bandolera resinosa. El picoteo de las madréporas en los collares del Vesuvio, el efluvio de pinga en el pingote ("me acarició la yema") las borrachas, flexibles, gárrulas, limosas en el fluxo del glande, el fijador acuoso de pegaso lujar, o iglesinesco, líe lioneras de azulejos con polvo de canarios, o de albatros, pájaros prietos en un fondo de cielo azorado. Al azotarla, al blandir la excrecencia pegajosa, la creciente, la ceceosa esmeralda, rotulaba con el blandor de la alegría la estría del goloso, sollozante y fugaz jubiloso. Hazmerreír, de pintas y palmeras, la nevera del bánalo en el banal tambor, el repicar de los badajos en los goteos (acueductos) de una furiosa farsa.


"TUYÚ" y "CÁNTIGAS". En PEREDNIK, Jorge (Ed.) XUL. REVISTA DE POESÍA. N° 2. Buenos Aires, Setiembre de 1981.

Sin título. En PEREDNIK, Jorge (Ed.) XUL. REVISTA DE LITERATURA. Nº 7. Buenos Aires, Junio de 1985.

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PERLONGHER supo desimantar significado y significante, y para dar preponderancia a este último compuso música verbal con pluma amanerada y dominio chancho de nuestra lengua. Dividió el mundo de la poesía argentina en dos bandos irreconciliables: los pro- y los anti-Perlongher. Muchos oportunistas vieron en la moda neobarrosa una vía de ascenso –más terrenal que celeste–, e intentaron imitar su lengua desterritorializada, pero ninguno alcanzó nivel similar de abstracción. Sea como fuere, es innegable que la voz singular de este antropólogo del éxtasis no deja indiferente al lector: o se lo admira sin fin (Néstor per longer) o se lo incinera en el olvido.

SOBRE LOS POEMAS: Desde mi punto de vista, "Tuyú" plantea una problemática intrínseca de nuestra literatura: la tensión entre la Historia y el Lenguaje (sólo basta recordar a esos hombres de ciudad que disfrazaban sus lenguas al estilo gaucho para contar -o cantar- sus Historias). "Cántigas" coquetea con lo homo, proyectándose políticamente hacia lo queer, y el poema sin título es pura orgía lingüística, una sinfonía acaracolada argentobrasilera que banaliza cualquier hermenéutica.

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