[Foto: João Milet Meirelles]

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jueves, 11 de febrero de 2010

SERGIO PÁNGARO, Señores Chinos


SERGIO PÁNGARO

[Foto: Moises Torne]


Quien conozca a Sergio Pángaro como líder de la banda Baccarat –es decir, como un crooner latino que entona boleros y canciones kitsch con voz melífera y atuendos de dandy–, encontrará una propuesta diferente en los poemas narrativos de Señores chinos (Buenos Aires, Editorial Vestales, 2007).

Un narrador de mirada romántica, atribulado por un amor no correspondido, nos lleva de visita a conocer al señor Tao, al sabio e inmortal señor Wo –criado del señor Tao–, a Kono, al señor Fu, al misterioso señor ( ) y al anciano Sabio Po –quien, en realidad, no es lo que aparenta–.


Estos personajes habitan un mundo idealizado, escasamente amueblado, de paisajes y ámbitos nebulosos, donde en primer plano aparecen la voz del narrador y la de sus interlocutores. Esta relevancia de la trama dialógica hace que cada poema semeje la recreación de una escena teatral montada para un único espectador: el lector.


El ritmo parsimonioso de los versos le da a la narración un aire de prosodia oriental –o algo que, con cierta complicidad, podríamos imaginar como tal; ya lo dice el narrador, cuando intenta comunicarse con un chino que no domina el español: “es la cadencia de las palabras / lo que (pienso) puede ser más eficaz”–. Esto, sumado a las imágenes y a los diálogos sobre tópicos como el Amor, la Poesía, lo Correcto y lo Incorrecto, o la Belleza, concede a cada poema una atmósfera de ensueño: “—Traes el olor de la calle. / Con esto, el señor Tao, / se estaba refiriendo a los inciensos / que habían penetrado mi cárdigan / en la tienda de ultramarinos. / Hasta yo podía notarlo / en ese ambiente con olor a nada.


En el mundo de los Señores chinos, la realidad parece no tocar el suelo. Tal vez por eso, estos señores no ocultan su esencia de “cuentos chinos”. No niegan su inverosimilitud, ni les interesa documentar la vigencia de una cultura milenaria; tampoco buscan enseñarnos algo (según el señor Tao, “enseñar algo a alguien/ es por lo general/ una situación incómoda”); nos ofrecen, en cambio, la posibilidad de jugar con el estereotipo que la cultura occidental se formó de lo oriental: el guiño taoísta de la numeración de los poemas (todos son I), las frases sentenciosas, la cadencia, los apólogos sapienciales, el té, el sushi, el sake, las mesitas bajas, y hasta, sin ir tan lejos, las pomadas chinas y los mercados de importados. Así se divierte erigiendo y tirando abajo su propia metafísica: “¿Para qué existe la Belleza? / Descanso mis fatigados miembros / cuando me hago esta pregunta. / El sillón es blando / y el televisor emite un documental sobre las especies”; lo profundo y lo banal armonizados, el ying y el yang.


Amalia Sato escribe en la contratapa del libro: “Sin haber estado allí, Judith Gautier, la hija de Théophile, escribió un notable diario de viaje por Oriente. Sin haberlos presenciado, compuso dramas chinos y japoneses. Así obra Sergio Pángaro”. Por algo el narrador usa cintas adhesivas en las sienes: para achinarse los ojos.


En la primera de sus Seis propuestas para el próximo milenio, Ítalo Calvino se refirió al ágil, repentino salto del poeta filósofo que se alza sobre la pesadez del mundo, demostrando que su gravedad contiene el secreto de la levedad. Éste es un razonamiento que resulta típicamente oriental: la complementariedad de los contrarios; la gravedad que guarda el secreto de la levedad. Y eso es, precisamente, lo que ofrecen los Señores chinos de Sergio Pángaro: nos invitan a hacer un paréntesis en medio de la pesadez cotidiana para respirar la levedad de una construcción imaginariamente oriental que flota ligeramente “sostenida sólo por el aire”.


Publicado originalmente (con ligeras modificaciones )
en el diario El Litoral el 22 de diciembre de 2007.


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EL SEÑOR TAO


I


El Amor es una tremenda construcción
que el Hombre sostiene con su cuerpo,
sobre una ladera escarpada.
Esto (la Construcción) siempre está a punto de aplastarlo.
No obstante el Hombre se duerme.
Cierra los ojos y ve que su Deseo mantiene la construcción sobre sí.
Un día más que pasa,
y en sus piernas solo quedan los huesos.
La carne ha quedado unos metros más arriba.
Tampoco las manos sirven ya para sostener.
Parece ser que este detalle poco importa,
porque mientras tenga Deseo,
la construcción del Amor se afirmará sobre él.


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EL SEÑOR WO


I

Existen gestos en la naturaleza
cuya belleza no se puede explicar.
¿Para qué existe la Belleza?
Descanso mis fatigados miembros
cuando me hago esta pregunta.
El sillón es blando
y el televisor emite un documental sobre las especies.
Veo un par de nutrias girando sobre sí mismas.
¿Qué las induce a realizar esos movimientos innecesarios?
Veo cómo colocan un grano de arena dentro de una ostra.
Explican que, al cabo de unos años,
la ostra habrá recubierto aquella molestia
con una valiosa capa de nácar.
Miles de ostras viven tranquilamente.
Mientras que otras llevan dentro algo que las inquieta.
Ésas dan una perla.


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EL SEÑOR ( )


I

El señor ( ) se muestra satisfecho
con esta narración,
y creo comprender el por qué.
Conozco su manera de pensar.
Tal vez imagina
que una parte de su nombre (vacío)
ha venido conmigo (el narrador).

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SOBRE SERGIO PÁNGARO EN INTERNET


CLUB DE FUN: "Los Señores Chinos de Sergio Pángaro".

FRIERA, SILVINA:
"Me gustaría ser un dandy al estilo de Oscar Wilde". En diario Página/12. Edición del Lunes, 6 de agosto de 2007.


GORODISCHER, JULIÁN: "El hombre que viaja con la mente". En diario Página/12. Edición del Viernes, 4 de noviembre de 2005.

ROCK.COM.AR: "Baccarat".

SATO, AMALIA: "Presentación de Señores chinos, de Sergio Pángaro, en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, 1999". Publicado en el blog de la revista TOKONOMA.

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